martes, 8 de marzo de 2011

Liberalización sexual


En un afán de prever los embarazosos efectos de la liberación sexual, las madres, asustadas por las nuevas costumbres y las libertinas historias que el cine y los culebrones televisivos mostraban, 
decidieron preparar a sus niñas: 

"Mira, hija, normalmente, la gente no conoce a una persona e inmediatamente se va a la cama con ella". "¡Eso ya lo sé -replicaba segura la adolescente- ¡siempre se toman una copa juntos primero!". Esta época forzó largos emparejamientos que apenas cumplían un aniversario. Sin embargo, ante los avances del feminismo furioso de esa década, los hombres -ya en los 80- no tuvieron más remedio que reconsiderar sus machistas estilos de 
aproximación sexual. Empezaron a aceptar la igualdad de la mujer.


Acobardados y confundidos, sus nuevas fórmulas para entrar en contacto con las mujeres se volvieron más asexuadas. En una cafetería: "Me siento un poco azorado, pero me gustaría 
conocerte"; en un supermercado: "¿Puedes ayudarme a decidir qué detergente me conviene? ¡Soy un pésimo comprador!". U otras más propias de una excursión en ascensor como "¡qué lindo día!, ¿no es cierto?". En algunos casos, hasta asomaba un cierto atrevimiento: "¡Qué número de teléfono tan bonito tienes!". Pero no se pasaba de ahí.


La amenaza de acoso sexual podía aparecer detrás de cada palabra, mirada o gesto. Así que los hombres dejaron de encender los cigarrillos a las mujeres y confiaban que también ellas acarreasen con sus maletas. Y, lo más molesto para ellas: ¡los hombres empezaron a rehusar pagarles los almuerzos!


Pero, pese a la importante experiencia que proporcionaba alternar en oficinas, playas, bingos, cafeterías y atascos de tráfico, el emparejamiento seguía siendo conflictivo. Hombres y mujeres no parecían a gusto en las uniones que se derivaban de las nuevas fórmulas de acercamiento. La pareja parecía un proceso químico mediante el cual una media naranja ¡acababa convirtiéndose en medio 
limón! Pero nuevos tiempos reclaman nuevas técnicas. Hombres y mujeres están tratando, desde hace unos años, de profundizar más en el conocimiento respectivo de su personalidad y de sus estilos de comunicación verbal. Siempre bajo la batuta de la moderna psicología.

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